Sabía que él la estaba esperando, estaba parada frente a la esquina sureste del Claustro; desde ese punto, el fulgor en la naciente noche, le daba una hermosa vista a la edificación completa. La noche tenia un cierto calor veraniego en medio del invierno.
Caminó hacia la diminuta puerta situada en un costado del muro mas alto; poco a poco, la gente iba saliendo. Entró prontamente, tenía que encontrarlo, cruzar el patio principal y salir por la puerta primaria.
No fueron muchos pasos los que dio para quedar frente a él, no había llegado siquiera a la mitad del pasillo. Un pasillo amplio, flanqueado por estructuras con mas de tres siglos de antiguedad. Se tomaron de la mano y caminaron con algo de prisa. Le daba gusto verle, se sentía bien al estar con él.
La fuente en medio del patio se veía con el rabillo del ojo izquierdo, la cual desaparecio cuando subieron las escaleras; uno, dos, tres pisos arriba. Escaleras amplias, con ambiente coloreado de un cálido amarillo.
Sintieron el abandono casi total de cada piso y la oscuridad afuera ya era plena.
Cambiaron de camino, la gente que aun no salia, de forma casi inexplicable saturaba las salidas. Había sido un error intentarlo por ahi. Corrieron. En su piel sentían la gravedad de permanecer ahí. Pero a luces, era un lugar santo. Porque sentían esa necesidad de salir inmediatamente?. Regresaron sobre sus pasos y comenzaron a bajar, ella iba primero...uno, dos, tres, cuatro pisos... cinco...
-Espera.
Ella lo notó. Vio a su alrededor, velas, candelabros imponentes, grandes cortinajes de pesada tela roja, alfombras con hilos dorados, la madera oscura de las sillas-bancas paralelas a las paredes, listas para recibir a sus ocupantes. Todo dispuesto para una ceremonia. Nada grotesco y mucho menos oscuro. Se sintió fuera de lugar y el miedo comenzó. Vio el piso que pisaba, había trocitos de pétalos secos, popurrí fino rojo, café, rosa, en cada escalón formando un camino que venia dos pisos arriba y en cada descanso (2), una rosa miniatura, no natural, una verdadera artesanía hecha a mano con un alambre fino, material reciclado formando los pétalos, no podía tener mas de 7 cms. Perfecta y completamente abierta en tonos ocres, otoñal.
-Estas viendo...? -Si, corre.
Hablaron sin mirarse, corrían escalera arriba, sujetados de las manos. Ambos sabían lo que significaba todo eso.
El último escalón y dieron vuelta a la izquierda, al final del pasillo estaba la puerta por donde ella había entrado. Una puerta de madera oscura. Antes dos puertas en color blanco, al igual que las paredes. La puerta de salida es imposible de abrir, la desesperación de saberse fuera de lugar crece. Saben que en pocos minutos los verán, descubrirán que no pudieron salir a tiempo. Y eso no debía pasar. Ellos son pacientes pero tienen reglas. Dan el tiempo suficiente para salir. Pero si no lo hacen, tiene que castigarlo. Así lo sienten.
Corren de nuevo hacia el patio, su última esperanza es que aun haya gente saliendo por la puerta principal. El patio esta vacio, tienen que regresar. Los pies no pesan, vuelan a pocos centímetros del piso.
De nuevo al pasillo, al fondo del lado izquierdo las puertas blancas, la puerta de salida. Qué son las puertas blancas? Qué hay detrás de ellas?
Lo intentan de nuevo, la puerta no abre. Y si suben? Los dos tienen el mismo pensamiento, pareciera que la desesperación le dá una telequinesis especial. Antes de llegar a la escalera, un rechinido suena a sus espaldas, la puerta se está abriendo!
La luz de la ciudad se cuela iluminando las paredes. Un hombre alto, fornido, de piel oscura y cabello al raz, termina por entrar, una mujer y dos pequeños se le unen; son una familia que deben estar ahi, han llegado. Los cuatro se detienen frente a las puertas blancas y el hombre cierra tras si. El pensamiento grita ahogadamente -No!
La ciudad se queda afuera. No llegaron a tiempo para salir.
Tratan de parecer natural al encuentro. No tienen idea de lo que está pasando, solo el miedo que sienten es el que los guia.
El hombre abre una de las puertas blancas y le ofrece a él el paso. Él acepta. Ella y la familia esperan unos minutos, no pasa nada; no hay nada "raro".
Él sale, espera, confía en que alguien mas abrirá la puerta de salida y busca hacer tiempo. Entra el hombre, sale. Él vuelve a entrar. El hombre abre la otra puerta, ella entra.
Son sanitarios, con lo necesario para cubrir medias necesidades. Ella nota que bajo el inodoro de ambos baños, la pared esta comunicada. Ve como él está poniendo una nota envolviendo un ladrillo. El hombre entra y ella imagina como lo levanta sin tanto esfuerzo sujetandolo por el brazo forzándolo a salir. Sabe que están a punto de hacer lo mismo con ella. La nota, sabe que es un mensaje para quien los pueda ayudar, la vuelve a leer y justo en ese momento la puerta comienza a abrirse: UNO A UNO, 3, Y AL FINAL, 3.